jueves, 12 de abril de 2012

Michael Sandel sobre el caso de Casey Martin y la esencia del juego de golf desde el punto de vista aristotélico

Como les comenté en la clase el profesor de Harvard Michael Sandel habla sobre el caso de Casey Martin sobre cuál es la finalidad del juego de Golf en el caso PGA. Golf vs. Martin (2001) Se trataba de una persona con problemas de circulación que le impedía caminar y que pedía que se le pudiera aceptar que pudiera jugar golf en torneos de alto nivel andando en un carrito de golf. El caso llegó a la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos para contestar el problema jurídico sobre si "Alguien que va de hoyo en hoyo por el campo de golf con un vehículo, ¿es de verdad un golfista?". Para resolver dicho problema, según Michael Sandel, la Corte Suprema se enfrentaba a un problema puramente aristotélico ya que tenía que determinar la naturaleza esencial de la actividad en cuestión. Recorrer andando el campo ¿pertenecía a la esencia del golf o solo era incidental? (SANDEL, Michael, Justicia: ¿Hacemos lo que debemos?, Barcelona, Debate, 2011, p. 231).

Los dejo con lo que dice Sandel en su libro Justicia:

"El tribunal sentenció por siete votos contra dos que Martín tenía derecho a usar un cochecito de golf. El juez John Paul Stevens, que redactó el voto mayoritario, analizaba la historia del golf y llegaba a la conclusión de que el uso de vehículos no era incompatible con el carácter fundamental del juego. Dijo la sentencia "Desde sus primeros tiempos, la esencia del juego han sido los lanzamientos, valerse de un palo para que una bola vaya del tee a un hoyo que está a cierta distancia por medio del menor número de golpes que sea posible". En cuanto a la afirmación de que caminar pone a prueba la resistencia física de los jugadores, Stevens citó el testimonio de un profesor de fisiología, que había calculado que solo se gastaba unas quinientas kilocalorías en recorrer andando los dieciocho hoyos, "nutricionalmente, menos que las que hay en una Big Mac". Como el golf es "una actividad de baja intensidad, la fatiga es sobre todo un fenómeno psicológico en el que el estrés y la motivación son los elementos claves". El tribunal llegó a la conclusión de que tener con la capacidad de Martin la consideración de dejarle que montarse en un cochecito de golf no alteraría en lo fundamental el juego ni le daría una ventaja injusta. El juez Antonio Scalia discrepó. En un brioso voto particular, negó que el Tribunal Supremo pudiese determinar la naturaleza esencial del golf. No defendía simplemente que los jueces careciesen de la competencia para dirimir esa cuestión, sino que ponía en entredicho la premisa aristotélica que se escondía bajo la opinión del tribunal, a saber, que es posible razonar sobre el telos o naturaleza esencial de un juego: "De ordinario, decir de algo que es "esencial" equivale a decir que es necesario para la consecución de un cierto objetivo. Pero como está en la naturaleza misma de un juego que no tiene otro objetivo que el entretenimiento (eso es lo que distingue los juegos de la actividad productiva), es completamente imposible decir que cualquiera de las arbitrarias reglas de un juego que es "esencial"". Como las reglas del golf "son (como en todos los juegos) enteramente arbitrarias", escribía Scalia, no hay fundamento alguno para evaluar críticamente las reglas establecidas por la PGA (en este caso que se tenía que jugar caminando). Si a los aficionados no les gustan, "pueden retirar su interés". Pero nadie puede decir que tal o cual regla carece de importancia en lo que se refiere a las habilidades que se supone que el golf pone a prueba. El argumento de Scalia es cuestionable por varias razones. En primer lugar, hace de menos a los deportes. Ningún aficionado de verdad hablaría de los deportes de esa forma, como si se rigiesen por reglas completamente arbitrarias y no tuviesen ningún verdadero objeto o razón de ser. Si la gente creyese realmente que las reglas de su deporte favorito son arbitrarias, en el sentido de que no han sido concebidas para que se luzcan y celebren ciertas habilidades y ciertos tipos de talento que merece la pena admirar, le sería difícil interesarse por el resultado del juego. El deporte se rebajaría hasta convertirse en un mero espectáculo, una forma de entretenimiento en vez de algo que se aprecia. En segundo lugar, es perfectamente posible discutir sobre el mérito de diferentes reglas y preguntarse si mejoran o corrompen el juego (...) Por último, Scalia, al negar que el golf tenga un telos, pasa por alto por completo el aspecto honorífico de la disputa. ¿Cuál fue el objeto, al fin y al cabo, de los cuatro años que duró el caso del cochecito de golf? Superficialmente se discutió sobre la equidad. La PGA y los grandes del golf aseveraban que dejar que Martín se desplazase en un vehículo le conferiría una ventaja y no sería equitativa, Martín replicaba que, dada su discapacidad, el vehículo solamente igualaría las condiciones. Si la equidad hubiera sido el único en juego, sin embargo, habría habido una solución evidente: que todos los golfistas pudiesen desplazarse por el campo con un vehículo. Si todos pudiesen hacerlo, la acusación de inequidad desaparecería. Pero esa solución era un anatema par el golf profesional, más inconcebible aún que hacer una excepción con Casey Martin. ¿Por qué? Porque la disputa no era tanto por la equidad como por el honor y el reconocimiento, en concreto por el deseo de la PGA y de los jugadores más importantes de qué su deporte fuese reconocido y respetado como una actividad atlética. Dejénse que lo diga de una manera más delicada posible: los golfistas son un tanto susceptibles en lo que se refiere a la naturaleza de su deporte. En él no hay que correr o saltar, y la bola se queda quieta. Nadie duda de que el golf requiere de mucha habilidad. Pero el honor y el reconocimiento que se les concede a los jugadores de golf más grandes dependen de que pueda considerar que su deporte es una competición físicamente exigente. Si ese deporte en el que destacan se pudiese jugar moviéndose con un vehículo, se pondría en entredicho o disminuiría su reconocimiento como atletas. Esto explica quizá la vehemencia con que algunos golfistas profesionales se opusieron a la petición de Casey Martin de recorrer el campo montado en un vehículo. Tom Kite, que llevaba participando veinticinco años en las competiciones de la PGA, escribió lo siguiente en un artículo por el New York Times "Me parece que quienes apoyan el derecho de Casey Martin a usar un vehículo ignoran que estamos hablando de un deporte de competición [...] Estamos hablando de acontecimientos atléticos. Y quien piense que el golf profesional no es un deporte atlético es que no lo ha visto nunca o no se ha dedicado a él". Sea cierto lo que sea en cuanto a la naturaleza esencial del golf, el proceso federal por el vehículo de Casey Martin ilustra vivamente la teoría de la justicia enunciada por Aristóteles. Los debates sobre la justicia y los derechos son a menudo, es inevitable, debates sobre el propósito de alguna institución social, los bienes que asigna y las virtudes que honra y celebra. Por mucho que intentemos que la ley sea neutral en esas cuestiones, quizá no resulte posible decir qué es justo sin someter a discusión la naturaleza de la vida buena (Ibíd, pp. 233 - 235)"

Los dejo con el video de Michael Sandel en la Universidad de Harvard sobre el tema de Aristóteles en donde explica que la tesis de Aristóteles va en contra Kant y Rawls ya que dice que la justicia se refiere a que se le debe dar a cada uno lo que merece (Diríamos nosotros que esto es una idea más platónica que aristotélica "dar a cada uno lo suyo" que depende del rol social en una comunidad "polis" ). En este caso habla del ejemplo de la flauta. A quién se le debe otorgar: ¿Al que mejor toqué?. También habla del caso del golfista que les relate arriba.


Abajo el mismo caso contado como una especie de Stand Up Comedy


Para oir la Audiencia PGA. Golf vs. Martin (2001)